El nivel de hipocresía en la gente es alarmante. Durante el día de hoy, 24 de Diciembre, he visto como personas que se pasan el día criticándose y fastidiándose se abrazan como hermanas, como la persona que durante el año agacha la cabeza y disimula estar ocupadísima para no decirme ni "buenos días" me saluda efusivamente y con una sonrisa en la cara. Y así con todo.
Visto lo "cielito" que estoy hecha, poco iba a imaginar la pequeña (pero gran) aventurilla que he vivido hoy a primera hora. Hasta me ha apetecido escribirla y redactarla en el blog. Fíjaos que hasta casi me voy a poner sentimental. Qué miedo, ¿será que me estoy ablandando y me están afectando estas fechas? No creo, por suerte puedo presumir de ser bastante ecuánime con todo el mundo y por ende igualitaria en mis reacciones y sentimientos durante todo el año.
Comenzaré, pues. Me he levantado a las 8 de la mañana, como todos los días, he desayunado rápidamente, me he vestido, he cogido el bolso, el abrigo y he salido hacia el metro. Hoy sólo tenía el "20 Minutos" para leer, y me lo he leído enseguida. No me apetecía repasarme los apuntes (joder, es Nochebuena, nadie estudia en Nochebuena!!!), asíque me he puesto el mp4 para el trayecto. Concretamente iba escuchando Pearl Jeam.
He hecho mi trayecto hasta Casa de Campo, donde cambio de tren. En el vagón al que me he incorporado sólo iban dos mujeres más, una señora mayor, de unos 60 años, y una chica extranjera de 35 o 40 años (que, por cierto, llevaba unas botas con un taconazo preciosas). En el último momento se ha subido un hombre. Al principio sólo lo vi de espaldas, por lo que no le di la mínima importancia. Yo iba a lo mío, que con la música me empano y desconecto del mundo que es una maravilla.
En una de éstas que vuelvo al mundo observo que aquél hombre está hablando con la respetable señora mayor. Le observo mejor: parca enorme y verde, mochila rota, gris y semiabierta, melenilla grasosa... y me digo: "puf, otro que viene a pedir, voy a hacer que estoy súper metida en la música y ni le he visto". Estas reacciones son las que cada vez tiene (y tenemos) más la gente. Rechazo, desprecio y prejuicios de entrada. En el fondo, es normal. Por muchas razones. Y los que seáis de Madrid, si pensáis en todos los que piden en el metro o en las estaciones, sabéis de lo que hablo...
Yo nunca, nunca, doy limosnas. Trabajo en una residencia de ancianos, y estoy estudiando Trabajo Social, asíque no es por falta de conciencia ni mucho menos. Por contra, pienso que con mi dinero nadie se va a financiar su pico o su gramito de hachís, que ninguna mafia va a seguir aprovechándose de recién parturientas rumanas o de niños pequeños, y también pienso que dando dinero no soluciono nada. No sé qué pensaréis vosotros. Supongo que habrá opiniones para todos los gustos. Y yo las respeto.
Bueno, estábamos en el metro ¿no? El sujeto se acercaba "peligrosamente"...
- ¿Te molesto?
Madre mía, ¿cuánta gente tiene la educación de preguntar eso antes de arrollarte? A mí, que debo tener cara de mapa, me preguntan cada dos por tres, y siempre de maneras poco.. suaves. Ahora diréis que es que las mujeres somos muy blandas, o que yo al menos lo soy. No es eso, pero es que a mí la gente que me entra educadamente, en principio, me tiene ganada. Además, hablaba bajito. Qué bien. Con lo que odio los gritos.
Realmente este chico no tendría más de 30 años. Y era guapete (ojos azules, pelo castaño claro, alto...), aunque estaba muy demacrado. Una pena... Enseguida me he quitado los auriculares y le he preguntado qué le había pasado, ya que llevaba la mano medio vendada. Que lo que me ha contado sea verdad, por supuesto lo dudo. Pero eso no importa. En vez de mirar para otro lado, algo me ha indicado que escuchara. Y algo me ha indicado además que ayudara. Creo que han sido sus gestos y su mirada. Me ha inspirado confianza, y por supuesto, lástima, pero porque eso es inevitable.
El chaval se ha sentado a mi lado y me ha estado contando sus problemas, o supuestos problemas. Había salido de la cárcel, no le habían concedido una plaza en un albergue, unos borrachos le habían clavado una botella... La verdad es que no creo que fueran unos borrachos, pero tenía clavados aún cristales. Le he estado viendo la herida, le he dicho que se quite una especie de guante de plástico para que cicatrizara, y le he dado unos algodones (sí, las mujeres llevamos tantas cosas en el bolso que podríamos hacer una operación a corazón abierto en cada momento). Le he dicho que no tenía más de 1 € suelto (y era verdad), asíque a cambio le acompañaba y le invitaba a un café. También le he dicho cómo ir al centro médico más cercano. Quizá no me haya hecho caso. He llegado tarde al trabajo, pero confían en mí y no me han dicho nada. Me he quedado un cuarto de hora más luego por la tarde y ya está.
A cambio, me he sentido bien conmigo misma, y luego he estado muy contenta durante toda la mañana con los abuelillos. Podéis pensar que soy algo ingenua, o que hay que tener cuidado de hablar con extraños, o que la gente se aprovecha, o que te pueden hacer cualquier cosa y bla bla bla. Pero hoy me he dejado guiar por el corazón. Quizá no me fuera mal si lo hiciera más veces. He recordado también unas prácticas que hice cuando estudiaba Terapia Ocupacional en un centro de personas con adicciones, y fue una experiencia maravillosa (de hecho estuve como voluntaria 2 meses más). En esta vida hay de todo. Quizá es el momento de recupar cierto espíritu humanista abandonado a base de ostias de la vida.
No se resuelve el problema del mendigo con un peso o un trozo de pan: solamente se resuelve el problema psicológico del señor que compra así, por casi nada, su tranquilidad espiritual y su título de generoso.
Ernesto Sábato
Quizá sea así. No lo sé.
En fin, que mi nick del MSN sigue vigente, a pesar de todo. Yo no os desearé Feliz Navidad como todo el mundo, yo os desearé Feliz MIERDA, sólo para ser original y porque os quiero, os quiero a todos, a todo el mundo (como diría Nati Abascal con sus copitas de más jaja).